viernes, 14 de febrero de 2014

El reverso tenebroso de Albert Einstein.




Vídeo de Patrick Boivin - Técnica del stop-motion.



Cuentan que en una reunión social se encontraron Marilyn Monroe y Albert Einstein. Dicen que la rubia de oro le propuso lo siguiente:

-Profesor, usted y yo deberíamos casarnos y tener un hijo. ¿Se imagina un bebé con mi belleza y su inteligencia?

A lo que Einstein respondió:

-Desafortunadamente temo que el experimento salga a la inversa y terminemos con un hijo con mi belleza y su inteligencia.



Parece que esta anécdota no es real, y que se produjo entre la bailarina Isadora Duncan y el escritor George Bernard Shaw; tal y como refirió él mismo en la entrevista que le hizo el fotógrafo Alfred Einsenstaedt.

No te diré eso de que Marilyn tenía un CI más alto que el de Einstein, porque no me consta que ella se hiciera la prueba, y dudo mucho que el científico aceptara pasar por eso. Que la rubia era inteligente lo sabemos. Que el genio era un misógino, también. Se cuenta que cuando se exilió en EE.UU. las mujeres estadounidenses le recibieron con abucheos.

Pero empecemos con algo bonito.

En 1.896, en el aula de física del Instituto Politécnico de Zürich hay cinco alumnos. Resulta insólito ver entre ellos a una mujer. Se trata de Mileva Maric; una joven serbia muy audaz, poseedora de una gran determinación y extremadamente inteligente. Es la única mujer del instituto que estudia matemáticas, y en esa disciplina es especialmente brillante. Un compañero de clase lo escribiría después:


"Veíamos a Mileva como a una diosa, tanto nos impresionaban sus conocimientos matemáticos y su genialidad. Los problemas matemáticos sencillos los resolvía mentalmente en un instante, y no tardaba más de dos días en aquellos que ocupaban varias semanas a los más hábiles especialistas. Y para resolverlos siempre encontraba vías originales y propias, las más cortas. Nosotros sabíamos que ella era la base sobre la que Albert se levantaba, que era famoso gracias a ella. Le resolvía todos los problemas matemáticos, en especial los concernientes a la teoría de la relatividad. Resultaba desconcertante lo buena matemática que era".  (Dr. Ljubomir Bati Dumic)


Retrato de Mileva Maric


Mileva no era una belleza al uso, y cojeaba ligeramente debido a una enfermedad ósea congénita bastante dolorosa. Además era reservada, austera, de pocas palabras. Pero cuando hablaba su voz era muy hermosa, y la pasión del conocimiento brillaba en sus ojos. Einstein, otro desadaptado social, se sintió atraído por ella, con quien se entendía perfectamente, a pesar de que ella le sacaba cuatro años de diferencia.

Albert le escribía en una de sus cartas:

"Estoy solo con todo el mundo salvo contigo. ¡Qué feliz soy por haberte encontrado! Alguien igual a mí en todos los aspectos, tan fuerte y autónoma como yo." 




Estas cartas de noviazgo se publicaron hace tiempo y en ellas ambos debaten sobre la teoría de la relatividad. Einstein le dispensa a Mileva el trato de colega, y hablan de "nuestra teoría".

Dicen los exégetas serbios que ella le proponía dilemas, que le hacía discurrir al extremo, que él se enfadaba pero después mejoraba sensiblemente sus fórmulas. Se atreven incluso a defender que la auténtica artífice de la teoría de la relatividad fue Mileva. No sé si es probable, pero de lo que sí tengo noticia es de lo que aseveran algunos expertos en el tema: que probablemente sin el talento científico de su esposa, Einstein no habría sido capaz de formular matemáticamente su teoria. Lo cierto es que después de su separación, los logros del científico nunca se pudieron equiparar en brillantez a los de 1.905, fecha en que se publicó la Teoría de la Relatividad Especial.


Einstein y Maric

En efecto, Mileva se ofreció para ayudarle con las matemáticas, disciplina que se le resistía a Albert, y preparaban concienzudamente los exámenes. A los dos les gustaba la música y vivir para la ciencia, pero los amigos de Albert,  y sobre todo su familia, no veían con buenos ojos la relación.

La madre era una alemana, al parecer xenófoba y machista. Y Mileva era serbia, cuatro años mayor que Albert y para colmo, muy inteligente. Así que no paraba de aconsejar a su hijo: "No sé que haces con esa mujer. Cuando tenga treinta años será una bruja. No te puedes casar con un libro. Lo que necesitas es una magnífica alemana que cuide de tu casa y de tus hijos, que cuide del hogar. No te puedes casar con alguien que sólo se dedica a estudiar."

Luchando contra todos los convencionalismos, se casaron. Antes de eso Mileva se había quedado embarazada de una niña, a la que llamaron Lieserl. Unos dicen que murió a las dos semanas de nacer y otros que fue entregada en adopción por la penuria económica en que vivían. El caso es que no se sabe qué fue de ella. Tuvieron dos hijos más; Hans Albert y Eduard. Este último desarrolló esquizofrenia, y después de recorrer varios psiquiátricos murió en uno de ellos. Parece que Einstein nunca asumió las disfunciones mentales de su hijo. En realidad los hijos apenas vieron a su padre. Él los consideraba un lastre para su creación; por mucho que fuera su esposa la que siempre se ocupó de ellos. Mileva abandonó la escuela y admitió huéspedes en casa para aportar ingresos a la economía familiar. Por entonces Albert tenía un empleo en la Oficina de Patentes de Suiza, donde le pagaban un sueldo miserable, pero que le dejaba tiempo para trabajar en su tesis.

El clima familiar se fue enrareciendo. Einstein era un infiel redomado que sólo pensaba en él y sus experimentos; y su mujer, sin tiempo para nada más que no fuera atender a los huéspedes, la casa, su marido y sus hijos -sobre todo a Eduard-, seguramente empezó a quejarse. Había renunciado a una carrera brillante y ahora se sentía infravalorada y despreciada. Las peleas eran épicas. Y para más humillación, Einstein había retomado la relación con Elsa, una antigua novia suya que además era su prima y todo lo opuesto a Mileva. 


Mileva con Eduard (dcha.) y Hans.

En una carta a Elsa, el físico escribe refiriéndose a su esposa: "La trato como a una empleada a la que no puedo despedir. Tengo mi propio dormitorio y evito estar sólo con ella. De esta manera puedo tolerar bastante bien el tener que vivir juntos."

Cuesta trabajo creerlo de un pacifista, pero éstas son las reglas de conducta que Albert le impuso a Mileva por escrito:

A.- Te encargarás de que:
Mi ropa esté en orden.
Que se me sirvan tres comidas regulares al día en mi habitación.
Que mi dormitorio y mi estudio estén siempre en orden y que mi escritorio no sea tocado por nadie excepto yo.

B.- Renunciarás a tus relaciones personales conmigo, excepto cuando éstas se requieran por apariencias sociales. En especial no solicitarás que:
Me siente junto a ti en casa.
Que salga o viaje contigo.

C.- Prometerás explícitamente observar los siguientes puntos cuando estés en contacto conmigo:
No deberás esperar ninguna muestra de afecto mía ni me reprocharás por ello.
Deberás responder de inmediato cuando te hable.
Deberás abandonar de inmediato el dormitorio o el estudio y sin protestar cuando te lo diga.

D.- Prometerás no denigrarme a los ojos de los niños, ya sea de palabra o de hecho. 




Y ahora te pregunto: ¿Esto cómo se llama? ¿Violencia psicológica, tal vez?

A mí sinceramente me revuelve el estómago.

Es más que probable que a esas alturas, en aquellos tiempos, y tan aislada de su verdadero talento y de la pasión de su vida, con un marido infiel, egocéntrico, misógino y egoísta que lejos de ayudarla la menospreciaba,  la autoestima de Mileva estuviera ya muy minada. O se sentía atada al matrimonio por el amor a sus hijos, que es lo que suele acontecer a las madres.


En 1.919 llegó el divorcio. Y aquí nuevamente surge otro dato curioso. En el decreto se incluía una cláusula que especificaba que en caso de que Albert Einstein recibiera algún premio en metálico, por los artículos publicados sobre la teoría de la relatividad en los Annalen der Physik, debía entregárselo íntegramente a Mileva. Tres años después Einstein le entregó el dinero del premio Nobel. Y no por generosidad como se suele deducir, que el genio era muy suyo para el dinero, sino por imperativo legal. Esto da que pensar.


Einstein con su nueva esposa, su prima Elsa.

Pese a todo Mileva nunca habló mal del que había sido su marido. Siempre lo defendió en público. Con 45 años había asistido al fracaso de su matrimonio, a la pérdida de su hija, a la locura y muerte de su hijo menor, al derrumbe de su carrera, de sus ilusiones, de su felicidad y de su propia persona. El dinero del Nobel se lo gastó en cuidados médicos, de su hijo principalmente. Sobrevivía en un mísero apartamento dando clases de música y matemáticas.

En 1948 la encontraron en la cama, con la única compañía de sus gatos. Llevaba muerta varios días. Olvidada por todos, relegada al anonimato. Fue enterrada en una tumba sin lápida para ahorrar los correspondientes impuestos.

Cuando se lo comunicaron a Einstein no pestañeó. A tenor de cómo se expresaba, las mujeres le seguían pareciendo seres inferiores. Afirmaba que carecían de creatividad. Dijo que nunca enviaría a una hija suya a estudiar física, porque "La ciencia agría a las mujeres". Estaba encantado de que su segunda esposa no supiera nada de ciencia. Ella era una mujercita solícita que siempre estaba pendiente de colmar todas sus necesidades. No tengo referencias de que esto fuera en ambas direcciones.

El mismo año que murió Mileva, a Einstein le comunicaron que padecía una enfermedad grave. Falleció en Abril de 1954, murmurando palabras alemanas que nadie entendía.

La Universidad de Princeton inauguró una estatua en homenaje suyo. Su hijo Hans fue invitado al acto, durante el que le preguntaron -como era previsible- por la relación con su padre. Su respuesta fue demoledora:
Hans Albert Einstein

-Es muy difícil tener como padre a una estatua.







TRAS LA BOMBA ATÓMICA.

Permíteme una última reflexión.

Fue éste un hombre genial, pero a lo que parece también despótico, con escasa empatía,  un recalcitrante misógino, y un egoísta redomado. Sin embargo en los últimos años de su vida, se adivina aun más allá de su reconocido pacifismo, un pensamiento compasivo y a veces, hasta tierno.

Dijo que "La fuerza sin amor, es energía gastada en vano".

Probablemente se rompió cuando el presidente Harry S. Truman decidió lanzar sendas bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki. Quizá se sentiría culpable porque instó, en una carta, al presidente Roosevelt a que frenase el avance nazi con un arma poderosísima de la que le ofreció detalles técnicos. Luego le escribió otra carta diciéndole que no lo hiciera. Pero Roosevelt nunca la leyó, porque se la entregaron muy tarde y la dejó para el día siguiente. Lo que pasó el día siguiente es que se murió, y a Truman no le importó nada convertirse en el genocida más instantáneo de la historia.

¡Cuánta tristeza y amargura debía rezumar la voz de Einstein cuando dijo!: "Si lo llego a saber, me hago relojero".

Nagasaki tras la explosión.

Existían algunas alertas científicas de que la bomba quizá podría causar una reacción en cadena que destruiría toda la Tierra. Y aún así, la lanzaron. Creo que eso hizo añicos la arquitectura interior del genio, tanto como la bomba lo hizo con las dos ciudades japonesas y más de 250.000 personas, muchas de las cuales nunca pudieron ser enterradas porque sólo quedó de ellas una leve sombra en las paredes de lo que fueron, al volatilizarse sus cuerpos en el acto por el efecto del altísimo calor:  2.000º.

Es muy famosa esta frase suya:

"Qué triste este tiempo, en el que es mucho más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio."

El Sr. Einstein debía saber muy bien a qué se estaba refiriendo. ¿No le parece a usted, Miss Monroe?


Mariaje López.

Si lo deseas, puedes dejar un comentario. 



7 comentarios:

  1. Me ha gustado leerlo. Sí, interesante. Gente tan inteligente a nivel público y luego en la vida privada unas actitudes que....

    Aunque sea otra situacíón me ha venido a la mente personajes públicos que se manifiestan en contra de la llegada de inmigrantes y tienen contratada en su casa a "criadas", a todo tiempo, sin poder salir el fin de semana, y a un salario ridículo,...y claro inmigrantes, sin papeles, clandestinos

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    1. Esas incongruencias existen, y más de lo que creemos, Esteban. Así que no me extraña que las unas te lleven a pensar en las otras. Tú que trabajas con ello bien lo sabes.

      Gracias por tu comentario.

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  2. Muchos genios han sido así, uno de ellos Picasso, y el propio Charles Chaplin. Cuesta creer a lo que es capaz de renunciar una mujer por amor...a sus hijos, y no una mujer cualquiera. Más despreciable fue Truman empeñándose en lanzar una segunda bomba despues de ver los efectos de la primera. Es increible que esos paises se erijan en adalides de los derechos humanos cuando nunca les ha temblado el pulso para originar las mayores masacres de la historia. Muy bueno el artículo.

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    1. Sí que es increíble lo que dices, sí. Pero a Mileva la disculpan la época, quizá las maneras de Albert para minar la autoestima antes de atreverse a tratarla así...
      El que no tuvo disculpa ni derecho a vivir, pues se arrogó el derecho de sacrificar tantas vidas para llevar a cabo sus experimentos, es Truman. Tenías que verme la cara de repugnancia que se me pone cuando lo veo en alguna foto y pienso en todo el sufrimiento inútil que causó.

      Gracias por tu enhorabuena.

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  3. Hay muchas cosas que se desconocen en la génesis De la bomba. Por ejemplo, que los centrifugadores de uranio estaban muy avanzados en la Alemania del 44. Ademas, se temía una bomba sucia, que podía haber lanzado Japón, ya que recibió ayuda cientifica del reich cuando estaba a punto de hundirse... En cuanto a Einstein, no dejaba de tener una moral rígida, muy vinculada a su religión de origen. Muy buen articulo, Mariaje! Felicidades!!!

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    1. He leído que Japón estaba a punto de rendirse, ya que la Unión Soviética había entrado en la guerra del Pacífico, y que la bomba no era ya necesaria, si es que lo fue alguna vez. Pero Truman no quiso escuchar esto. Tenía que probar su nueva arma, y qué mejor oportunidad.

      Respecto a Einstein y su misoginia, supongo que en éstos días le habría avergonzado mostrar esas opiniones públicamente, y tal vez Mileva habría despuntado por su cuenta. Pero la historia ya está escrita así.

      Gracias por tu felicitación Pepe.

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  4. A veces personas con mente privilegiada en su vida privada son unos tiranos y manipuladores, porque en la vida social no encajan precisamente por su forma de ser y pensar.
    Ya al leer sus frases no me creeré nada de nada......
    Gracias Mariaje un estupendo escrito que no conocía sobre su vida. Besos

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